Nil escribió:Desde 2008 la polarización aumenta en EEUU. En "the big short" traducido si no recuerdo mal como "la gran apuesta" se predice el racismo como resultado de la crisis de 2008.
No se explica el motivo, y no es sencillo, pero influye esto:
Alexandre Xavier escribió:
los trabajadores estadounidenses que compiten directamente con esos emigrantes hondureños por puestos de trabajo de similares características, tienen en lo inmediato mucho que perder y poco que ganar con la llegada de esa caravana de hondureños;
Cuanto más pobre es la población nacional y menos formación tiene, más compite con la inmigrante por empleos de escasa o nula cualificación.
Lo "gracioso" del asunto es que la película es de 2015, antes de que Trump ganara las elecciones. Trump y su populismo son también anteriores a la crisis económica causada por el coronavirus, pésimamente gestionado por Trump. Por ello, podemos esperar más de lo mismo. Mucho más.
La solución a largo plazo pasa por la educación y formación. Reducir la competencia en los estratos de más baja cualificación y tener una sana y fuerte clase media y emprendedora que cree puestos de trabajo de mayor cualificación, primero para sí mismos y después contratando a otros.
Si no te gusta, no te preocupes, otros usuarios te darán respuestas diferentes.
Gracias por tu intervención constructiva. Empezaré puntualizando que, aquí, no se trata de frívolas impresiones de gusto o disgusto, de antipatía o simpatía, sino de soluciones reales a problemas reales. Está claro que otro de los objetivos de este hilo es limpiar filosóficamente el foro, dándole nivel, calidad.
No se trata de que me guste o no me guste tu intervención, sino de si es válida o no.
Me centraré en la solución que ofreces. ¿Es válida? Es parcialmente válida, sí; y por eso las soluciones similares a la tuya se han aplicado con éxito en diferentes países desde la época de las emigraciones masivas modernas, que comienza en el siglo XIX.
El problema es que tu solución se enmarca en el contexto de una economía insostenible a medio y largo plazo. Porque es una economía (sea capitalista o marxista) basada en el continuo crecimiento demográfico, territorial, agroindustrial y de servicios. Eso no puede hacerse indefinidamente en un planeta ecológicamente finito.
Y, por otro lado, los estudios sobre el impacto de la automatización en la producción han de matizarse en un importante aspecto: el
anumerismo.
El anumerismo es el vicio epistemológico consistente en ignorar los aspectos numéricos y cuantitativos cuando esos aspectos son relevantes para el tema en cuestión. El anumerismo es un vicio muy frecuente en economía cuando el sectarismo ideológico intenta negar la validez de ciertas leyes o tendencias. Por ejemplo, la curva de Laffer es negada continuamente por los economistas de izquierdas... cuando lo cierto es que esta curva tiene buena construcción teórica y sólidos apoyos en los datos empíricos obtenidos.
Así, las vagas y continuas promesas, desde sectores e intereses muy diversos, de que la automatización crea o creará mucho más empleo remunerable del que destruye,
son siempre anuméricas, y no por casualidad. Es decir, jamás dan una cuantificación, por general y sumaria que sea, de ese pretendido efecto positivo. Y eso es así porque todos los cálculos cuantificados, todos los cálculos que no incurren en
anumerismo, indican lo contrario: que la automatización de la producción implica una intensa pérdida
neta de empleo remunerable. Esa pérdida se da en lo cuantitativo salarial (menos puestos de trabajo asalariado, y con salarios más bajos que los actuales) y en lo cualitativo (profusión de paseadoras de perros, cuidado domiciliario de ancianos y demás empleos socialmente despreciados, mal pagados y frustrantes para quienes los ejercen). No existen los pretendidos
yacimientos de empleo (empleo prestigioso y bien pagado) que nos prometen los profetas de la brillante era de la automatización y la digitalización de la producción. Si existieran tales yacimientos de empleo (¡ojalá!) sus profetas se apearían de su propio
anumerismo y nos dirían cuántos de esos apetecibles empleos se van a crear o ya se están creando, y cuán bien pagados están. Cuantificarían, cosa que nunca hacen.
A largo plazo, pues, estimo que la solución es el paso a una economía comunista en la que desaparezcan el trabajo asalariado, el dinero y el Estado. Esto implica el paso a un sistema económico, ecológico, demográfico y cultural sostenible; por tanto, y para empezar, esto implica una intensa reducción de la natalidad hasta estabilizar a la población mundial en un nivel decenas o cientos de veces inferior al actual. Y, simultáneamente, implica centrar la producción de bienes y servicios en alta calidad, larga duración y reciclabilidad ecológica, rompiendo radicalmente con la obsolescencia planificada y con la producción continua de artículos innecesarios, como es típico en la industria de la moda femenina; y más todavía, claro está, en la producción de armas bélicas o de tabaco, dos casos en los que no vale otra cosa que el cese total de ambas indeseables actividades.