Caba escribió:Según el cristianismo precisamente Jesucristo se sacrificó, porque debo recordar que él lo eligió, muriendo en la cruz para el perdón de los pecados de la humanidad.
Lo que sucede es que tu discurso es clasista, y se fundamenta en la creencia de que con menos habitantes viviremos mejor. Toca a más...
Y lo lamento, pero tener menos habitantes en el planeta, no es sinónimo de vivir todos como reyes. No explicas nada, sólo como podría ser un método para disminuir la población mundial, pero no como se solucionan los problemas reales de la gente real.
Aún no he leído tu escrito en Sublime, en cuanto tenga tiempo lo leo, pero mucho me temo que todo esto es una superchería. Es como decir que con menos habitantes no habría guerras o intereses que solucionaran violentamente.
A ver, Caba: un movimiento como el arqueoindividualismo, que se gesta desde mediados del siglo XIX, que rechaza radicalmente el adanismo, el penelopismo y el relativismo total... tiene todas las papeletas aparentes de
no ser una superchería, ¿verdad? Pues eso. El análisis concreto desvelará la oportunidad o inoportunidad de cada propuesta que hacemos los arqueoindividualistas.
El cristianismo, para empezar, puede decir misa... pero no nos va a convencer, racionalmente, de que lo que suelta sobre Jesucristo es en todo una verdad histórica. Por ejemplo, la historia de la concepción virginal de María, madre de Jesús, embarazada sin haber
conocido a varón, no tiene el más mínimo aval, y choca tanto con el silencio del propio Jesucristo como con el silencio de san Pablo; dos que no hubieran callado ante un hecho de tal importancia.
La exégesis bíblica independiente (no furiosamente anticristiana o contraria a Jesucristo, tampoco al revés) suele concluir que Jesús fundó un pequeño grupo con intenciones a la vez religiosas y políticas. Fracasó, siendo ejecutado por ello por el poder dominante en su circunstancia histórica (los ocupantes romanos) y por cierta connivencia de los judíos contrarios a él en su ejecución. Su (fracasado) reino
también era de este mundo. Esto no anula la parte suprahistórica de su discurso, la parte que va más allá de la implantación de un reino de justicia en el Israel histórico y de la consiguiente expulsión de los invasores romanos.
La historicidad de Jesucristo está fuera de duda en ciencia histórica. No es un mero mito literario. Ahora bien, lo del autosacrificio en la cruz buscado por el propio Jesucristo... no tiene ningún aval histórico, más allá del hecho físico (físicamente posible e históricamente casi seguro) de su ejecución por crucifixión. Eso es una interpretación teológica que hacen sus discípulos para racionalizar y dulcificar el terrible golpe que, para ellos, supone la muerte de su maestro. Lo de la resurrección física ante muchos testigos es, por otra parte, tan fraudulento como el embarazo sin coito previo de su madre, María. De ahí que Nietzsche (pronunciación: Niche) y Reimarus concluyen, y con ellos la hermenéutica neotestamentaria independiente hasta hoy, que murió por
su propia culpa; es decir, por incomodar a los romanos, particularmente al cruel y corrupto Poncio Pilatos... sin pruebas o indicios de que muriera para lavar las culpas
de otros.
Los arqueoindividualistas no somos anticristianos ni agnósticos; reconocemos a Jesucristo como a un gran maestro espiritual, sin por ello dejar de someter a crítica sus enseñanzas.
Y, aunque es difícil establecer qué dijo realmente Jesús sin deformaciones (sobre todo por omisión deliberada) realizadas por sus propios discípulos, sabemos positivamente que Jesús no proponía lo que vulgarmente conocemos como
altruismo. Este rabino decía, con acierto, algo muy distinto:
ama al prójimo como a ti mismo. Ergo, el que no se ama a sí mismo tampoco puede amar al prójimo.
Enlazo aquí con tu acusación de que nuestro discurso es clasista. ¡Lo es! Para empezar, ponemos a Jesucristo muy por encima de la chusma judía y romana que acabó matándolo. ¡Todavía hay clases... y castas!
Como propone Jesús, los arqueoindividualistas empezamos por el amor a nosotros mismos. Ya que no es lo que vulgarmente se conoce como egoísmo, a sugerencia de Toni en este foro utilizamos otro vocablo,
mimiaquismo, de origen suajili (swahili).
El mimiaquismo es la atención preferente a la propia felicidad. En el arqueoindividualismo
rechazamos frontalmente el altruismo típico. Porque lleva a la autodestrucción. Aunque suene fea, la primerísima propuesta que hace el arqueoindividualismo a todo el que se interese por esta filosofía es la siguiente.
Busca como lo más importante tu propia felicidad completa.
Esto se puede tomar como el equivalente arqueoindividualista del principio primero budista,
sólo una cosa es importante: cómo te liberas tú del dolor. Ahora que nuestro principio, en vez de formularse negativamente, se formula de manera positiva, ambiciosa y completa.
Entonces, Caba, me dirás: ¿qué pasa con los demás?
Los demás, en última instancia, no existen como yoes separados de ti mismo, de mí mismo o de Albedrío. Es decir: en el nivel supremo de la realidad, eso que las religiones y muchas filosofías llaman
Dios, no hay varios yoes separados unos de otros, sino un único yo infinito, eterno y dichoso.
Por tanto, quien busca a fondo su propia felicidad está, de hecho, allanando el camino a que los demás sean, también, plenamente felices.
Todo esto, en última instancia, es metafísica. Mas en este mundo tan dominado por el Príncipe de los Abogados, ¿qué hacer, para empezar? Lo primero es reconocer que Satanás existe, que no es un mero símbolo lingüístico abstracto del mal. Y, a continuación, establecer la verdadera naturaleza de este ser, más allá de fantasías y espectaculares películas de exorcismos, así como conocer los límites de su poder.
Satanás existe. Es una entidad viva que llegó a estar en niveles existenciales altos, aunque no en el nivel supremo de la realidad, y que luego se desvió y pervirtió. El judeocristianoislamismo lo define como un
ángel caído, definición muy acertada. Su nivel de vibración típico no es material denso, así que difícilmente puede encarnarse en el mundo animal sutilizado propio del ser humano. Para actuar ahí tiene que influir en los canales de comunicación que el mundo físico animal mantiene con otros niveles ya superiores, como el plano astral y el plano causal.
Y lo que busca Satanás es mantener un gran control del mundo físico, especialmente del nivel humano y otros niveles parecidos al nivel humano. Es un obseso del poder. Al no haber podido controlar el nivel supremo de la realidad (donde, por la propia naturaleza de este nivel, no puede haber dictadura ninguna) intenta compensar su fracaso mangoneando otros niveles y planos de la realidad donde sus habitantes son más vulnerables a sus trucos y supercherías. Por eso es tan amigo de los abogados, y abogado él mismo.
Satanás, aunque se cuida muy bien de no decirlo, es incapaz de crear o modificar las leyes físicas de los planos burdos materiales; por tanto no puede cambiar las leyes que rigen el mundo animal humano.
Pero puede usarlas a su favor. La ley de Malthus es real, tanto como la ley de la gravedad de Newton o la teoría de la evolución biológica de Darwin.
Más al grano: ¿tiende el ser humano, espontáneamente, a buscar el nirvana? ¡Sí, padre! No obstante, si está aterrorizado por la pobreza, la competitividad y otras formas de violencia... difícilmente puede. Satanás lo sabe, y por eso Satanás alienta la natalidad y la superpoblación. Satanás sabe que, en tales circunstancias, la ley de Malthus impedirá el paso de la población al estado pleno del bramín, y de ese modo su poder sobre el ser humano se mantendrá.
Hay una lógica, Caba. Una lógica que no se quiebra en el discurso arqueoindividualista. Escucha.
No hace falta un perfeccionismo detallista para dar a todo hombre y a toda mujer la oportunidad de la
gran liberación. Porque basta con crear unas condiciones que no la impidan, que no la hagan casi imposible. Si hay la posibilidad, habrá de hecho el desarrollo. Nadie, cuando está sobrio un buen rato, quiere seguir en el horrible modo de ser propio del hombre, y de la mujer.
Si fuéramos, según el número áureo bíblico, solamente ciento cuarenta y cuatro mil (144000) los vivientes humanos en este planeta, ¿viviríamos todos como reyes? ¡Claro que sí! No trabajaríamos. Las máquinas trabajarían por nosotros, sin más que mantenimiento y retoques muy de vez en cuando. Y, con tanta reserva de alimentos y zonas vírgenes, todo posible con una población tan escasa, estaríamos a cubierto de hambrunas, o de vivir en peligrosos lugares con frecuentes terremotos o erupciones volcánicas. En mi relato
El mundo de Supreniranto. se describe un nivel, plano o planeta físico en el que se vive así: Ugari. Ugari es, también, un nivel espiritual de la realidad, mucho más alto que el nivel humano ordinario. Allí van a parar seres humanos superiores y también otros seres inteligentes de tipo humanoide. Con todo, sigue siendo un nivel físico de realidad, donde se come, donde se respira, donde se ve y se oye.
Los siguientes relatos del ciclo literario de Supreniranto, en general, se van aproximando más a la realidad de la vida humana en la biosfera humana a principios del siglo XXI, y de cómo acercarla al concepto de la
tierra sin mal en la filosofía guaraní. En guaraní se dice así:
Yvy Marãe'ỹ. La letra
y se pronuncia como una i gutural; la tilde ~ indica vocal nasal; en guaraní, si no hay acento gráfico, suele acentuarse tónicamente la última sílaba; el apóstrofo o
pusó, ', indica una parada glotal.
Yvy Marãe'ỹ. La tierra sin mal. He ahí lo que busca el arqueoindividualismo. ¿Cómo solucionar los problemas de la gente real? Pues sin paternalismo: apoderándolos, a los seres humanos, para que puedan solucionar y arreglar
por sí mismos sus problemas y asuntos. Saben hacerlo, de hecho... a condición de no ser crónicamente pobres. Lo que debemos hacer, pues,
es convertirlos en ricos. Y la manera de lograrlo sin demagogia implica baja población, democracia real (por tanto, democracia
directa) y respeto ecológico a la biosfera en la que vivimos.
¿No habría, con una población bajísima, intereses que se solucionaran violentamente? Puede que sí, mas serían mucho más infrecuentes esos casos que hoy, y mucho menos violentos.
¿No habría guerras con una población bajísima? No; esto sí que está claro como el agua, a diferencia de la respuesta a la pregunta anterior. Con, digamos, ciento cincuenta mil habitantes nada más
en todo nuestro planeta no habrá guerras. Definitivo. Soldados con armas letales combatiendo a largo plazo en dos bandos enfrentados, para hacerse con una parte del territorio... eso sería imposible. La guerra y la superpoblación son dos cosas indisolublemente ligadas. No puede haber la una sin la otra, y la otra lleva a la una. La superpoblación lleva a la guerra. Y, aunque esto sea más difícil de ver, también es cierto que la guerra lleva a la superpoblación, a medio y largo plazo. Por eso los generales y políticos del bando perdedor tras una guerra están muy interesados en dar más niños (que luego serán soldados) al país derrotado y tomarse la revancha bélica.
El arqueoindividualismo es pacifista. No admite la guerra, y no admite la violencia como recurso ordinario para resolver los conflictos.
Termino, pero con una amistosa advertencia antes.
Antes se agarra a un mentiroso que a un cojo, bien lo sabes. Y el arqueoindividualismo, como escuela filosófica, ya existe formalmente desde hace unos nueve años, desde el año dos mil catorce (2014). Si el arqueoindividualismo fuera la tapadera del fascismo erudito o del capitalismo cruel con ribetes ecologistas (dos acusaciones que se le han hecho al arqueoindividualismo, en efecto) eso ya se hubiera destapado. Es imposible mentir durante nueve años sin que se coja al mentiroso de turno. Algún forero, de hecho, algún forero ya muerto (o que ha fingido su propia muerte para disimular que ya no quiere participar en el foro) me ha acusado, al exponer yo el arqueoindividualismo, de ser un genocida por mis ideas en política demográfica. Nunca, a pesar de su saña contra mí, pudo asentar su acusación.
Es muy cierto que me quiero cargar
políticamente a los jueces, abogados, banqueros, políticos profesionales, tahúres organizadores de ruletas, cultivadores y vendedores de tabaco, recaudadores de impuestos y otros, aunque sin matarlos físicamente; se trata de hacerles perder su poder.
En cambio, no pretendo cargarme a los seres humanos. Pretendo, cosa muy distinta, que su natalidad sea, año tras año, ligeramente inferior a su mortalidad.
¿Soy un genocida o un superchero por pretender esto?
Cordialmente, de Alexandre Xavier Casanova Domingo, correo electrónico trigrupo @ yahoo . es (trigrupo arroba yahoo punto es). La imagen del avatar gráfico es una fotografía que me identifica realmente, no retocada, tomada en septiembre del año 2017.