POPPER versus KUHN
La filosofía de la ciencia es la reflexión sistemática sobre la naturaleza del conocimiento científico, es una forma particular de la epistemología o teoría del conocimiento humano en general, y se consolidó en 1895 con la creación en la Universidad de Viena de una cátedra para Historia y Filosofía de las Ciencias Inductivas, cuyo primer ocupante fue el famoso físico, fisiólogo y filósofo Ernst Mach.
La segunda generación de filósofos de la ciencia se sitúa entre los años 1.920 y 1.960; a esta generación pertenece Karl Popper, nacido en Viena (1902 – 1994); mientras que Thomás Kuhn, nacido en Cincinatti (1922 – 1.996), está integrado en la tercera generación que se inició a partir del año 1960. Popper y Kuhn son los dos gigantes de la Filosofía de la Ciencia del pasado siglo XX, los más influyentes
Ambos desarrollaron sus propios enfoques, concepciones e ideas además de sobre la ciencia sobre otras disciplinas que no vamos a tratar aquí.
En 1965 se organizó un simposio en el que se puso de manifiesto la discrepancia entre las ideas de uno y de otro que generaron una gran polémica. Popper sería un filósofo de la ciencia normativista que considera que hay que establecer cómo debe hacerse ciencia sentando criterios normativos para deslindar la ciencia de la mala ciencia o pseudociencia. Para Popper la verdadera ciencia es la ciencia revolucionaria, la que se empeña una y otra vez en echar abajo, mediante falsación, una teoría previamente establecida.
Kuhn sería declaradamente descriptivista, no pretende establecer cómo hay que hacer ciencia sino describir cómo se ha desarrollado de hecho la actividad científica en el curso de la historia. Kuhn cree que la buena ciencia es la ciencia normal, la cotidiana realizada de acuerdo con un paradigma incuestionado y que suele tener vigencia durante muchas décadas o incluso siglos. Los cambios de paradigma, las revoluciones científicas no son la buena ciencia, y solo debería plantearse en situaciones límite cuando los problemas que se estudian han fracasado.
Popper pensaba que el científico “normal” había sido víctima de una indoctrinación de espíritu dogmático por lo que aboga que, aunque se parta de un marco conceptual general, una matriz disciplinaria, un paradigma, se puede cuestionar en cualquier momento. Kuhn pensaba que la buena ciencia no discute los fundamentos de la disciplina.
Para Popper, como para los positivistas lógicos, una teoría científica es algo muy sencillo: un conjunto de principios fundamentales, o axiomas, de los que se deducen ciertas consecuencias lógicas que se confrontan posteriormente con la experiencia; o sale bien, o sale mal, pero no hay intermedio entre esas dos posibilidades.
Para Kuhn, en cambio, las unidades básicas de la ciencia representan un tipo de estructura conceptual mucho más complicada, como es el concepto de paradigma que no es una simple teoría como sistema de proposiciones sino una suerte de “visión del mundo”, una entidad conceptual que va ligada a una entidad social que Kuhn denominó comunidad científica. Kuhn no consiguió precisar sus nuevas ideas para que fueran digeribles por la comunidad de los filósofos de la ciencia; y han habido al menos dos intentos para precisar y modificar esas ideas y hacerlas más asequibles y aceptables.
Uno de esos intentos fue el del exdiscípulo de Popper Imre Lakatos, natural de Hungría (1922 – 1974) que intentó actuar de mediador proponiendo una especie de falsacionismo sofistificado que combina la idea Popperiana de la falsación con algunos elementos de la descripción de Kuhn en el ensayo titulado “La falsación y la metodología de los programas de investigación científica”, publicado en 1970, en el que introduce el concepto de “núcleo duro” que no cambia -como dice Popper- en el curso de las sucesivas confrontaciones con la experiencia. Un programa de investigación está compuesto por un núcleo duro inmodificable y unas hipótesis más especiales que van y vienen y que él llamó “cinturón protector” del núcleo. Esta visión muestra una cierta analogía con la evolución de un paradigma en un periodo de ciencia normal en el sentido de Kuhn, aunque difiere por el hecho de que Lakatos cree que en una misma disciplina pueden coexistir varios programas de investigación en contraposición a Kuhn que cree que solo un paradigma puede regir la investigación científica y que, únicamente en cortos periodos revolucionarios habría dos paradigmas en competencia.
El problema de Lakatos consiste en que es muy difícil determinar qué pertenece al núcleo duro y qué al protector.
Para intentar solucionar este problema, en la década de los setenta surgió otra concepción metodológica denominada “concepción estructural de las teorías” o también “estructuralismo metateórico o, simplemente, “estructuralismo”, que nació con la obra de Joseph D. Sneed “La estructura lógica de la física matemática” publicada en 1971, de muy difícil lectura. Dos años después, Wolfgang Stegmüller dio una presentación más comprensible del enfoque de Sneed en su obra “Estructura y dinámica de las teorías”. Años más tarde, sobre todo a partir de la publicación, en 1987 de la obra “Una arquitectura para la ciencia – El programa estructuralista” escrita conjuntamente por Wolfgang Balzer, C. Ulises Moulines y Joseph Sneed, fue cuando se consolidó de forma definitiva la idea del estructuralismo.
Para la filosofía clásica de la ciencia, incluyendo a Popper, una teoría es un conjunto de proposiciones; el estructuralismo dice que una teoría es un conjunto, pero no de proposiciones sino de modelos que aspiran a representar ciertas porciones de la realidad. Hay modelos que “modelizan” mejor que otros la realidad, pero que no es cuestión de “todo o nada” sino de “más o menos”.
Este conjunto de modelos está organizado jerárquicamente de forma piramidal, en cuya cúspide se encuentran los modelos más generales que guían la construcción de redes ramificadas en otros modelos cada vez más especializados hasta llegar a modelos muy concretos, y dejando claro que los modelos más especializados no tienen por qué ser deducibles de los más generales
Una revolución científica se produce por un cambio de Modelo General o Paradigma por otro distinto que se podrá comparar con el primero solo por su mayor o menor eficacia (precisión, coherencia, amplitud, etc.) para representar las porciones de la realidad que nos interesan.
Kuhn, en 1976, manifestó su reconocimiento hacia los trabajos de Sneed y Stegmüller, y tambíén lo hizo veinte años más tarde (1996) poco antes de su muerte.
Cuando se constata que los modelos de una especialización terminal de una red no son adecuados para representar ciertos fenómenos, debemos abandonar esos modelos; en realidad, los hemos falsado. Pero eso no quiere decir que no podamos encontrar dentro de la misma red otros modelos que no sean adecuados, ni mucho menos debamos abandonar los modelos fundamentales generales que están en la cúspide de la red, como sí decía Popper que se debía de hacer.
Hasta aquí, he hecho un resumen “resumidísimo” del libro “Popper y Kuhn” publicado en agosto del año 2015, escrito por C. Ulises Moulines.
De su lectura creo que se sacan muchas enseñanzas sobre lo que es la Filososía de la Ciencia, como parte específica de la epistemología, así como del estado actual en la que se encuentra. En el libro se hace mención a otras publicaciones más recientes como son un artículo de José A. Díez cuyo título es “Popper, Kuhn y el estrucruralismo sobre la ciencia normal” publicado junto con otros artículos en el año 2.003, y un manual de ese mismo autor y de C. Ulises Moulines titulado “Fundamentos de la Filosofía de la Ciencia” publicado en el año 2.008.
Popper y Kuhn pueden considerarse los dos últimos grandes filósofos de la ciencia ya que, como hemos visto, otros filósofos de la ciencia coetáneos o posteriores a ellos solo se limitan a intentar explicar mejor los conceptos de Kuhn y/o a hacer compatibles sus ideas con las de Popper.
Mientras tanto, la ciencia normal y cotidiana sigue haciendo su labor y va aumentando en general y paulatinamente el conocimiento existente en las distintas disciplinas proporcionando una visión más precisa de la realidad en las respectivas parcelas, en vez de cambiar o sustituir el conocimiento existente por otro. No suelen haber muchas crisis o revoluciones como para cambiar los paradigmas.
En los últimos años se han producido dos sucesos: las pruebas experimentales de que los neutrinos iban a mayor velocidad que la luz y las que dieron como resultado el hallazgo del teóricamente predicho bosón de Higgs.
Si el primer experimento fuera cierto se produciría una revolución científica y habría que cambiar el paradigma consistente en que nada podría superar la velocidad de la luz. Esa crisis duró poco ya que se comprobó que existió un error de medición.
Por el contrario, el paradigma del modelo estándar de la física de partículas recibió un espaldarazo al completar la partícula que le faltaba.